martes, 31 de marzo de 2009

Rum pera.

Este fin de semana he conocido Bolonia; algunos de sus 7 secretos, la hora del aperitivo y la marcha nocturna. He aprendido que el ron es rum, que si lo pides con limón te lo ponen solo y con una rodaja de limón y que con pera está riquísimo (cosas utilísimas en mi proceso de aprendizaje).
Me han dejado fascinada (¿o debería decir “mosqueada?) el busto del diablo al lado de la plaza de San Stefano y la historia de que es preciso caminar bajo 666 arcos para llegar a no recuerdo qué capilla.
Me voy habituando a comer a las 12 de la mañana, a la pasta casi cruda y a cenar a las 8 de la tarde. Pero creo que jamás me habituaré al arroz caldoso con los diente de ajo enteros del centro.
He conseguido asistir a otras clases de italiano, distintas de las que forman parte del propio proyecto de voluntariado. Sentía que no eran suficientes (son 2 horas a la semana, pero la profesora suele “despacharme” a la hora y cuarto, más o menos) y les pregunté a las chicas de la oficina por algún otro curso. El horario del único que se imparte en el pueblo me coincidía con el de la oficina, pero me dejan ir un par de meses, para luego recuperar las horas que perdí. La verdad es que estoy contentísima con la profesora; es una señora de 70 años que da el curso voluntariamente y con la que aprendí más cosas en 2 horas que en las 2 semanas que llevo aquí.
Sigue dándome dentera el curso de español (gracias por tus consejos, Pablo), pero me va a echar un cable mi compañera de piso, que ya domina el italiano. Así que estoy un poco más tranquila.

Odio el word.

¿Por qué cada vez que desplazo los textos en pequeños bloques acabo liándola de tal forma que hago desaparecer todo el texto? ¿Por qué cada vez que tengo una lista de números acompañados cada uno de un título no soy capaz de seleccionar el texto y el número juntos? ¿Por qué cuando YO cambio el tipo de fuente a “Verdana”, él lo cambia a “ Arial”? ¿Por qué coño no guarda los cambios cuando yo cliqueo: “salva”? ¿Por qué estoy trabajando voluntariamente con un programa que odio y que no sé manejar?

viernes, 20 de marzo de 2009

Me estoy volviendo idiota. No sé si es la edad, la falta de sueño, el alcohol... o una mezcla de todo, pero no encuentro otra explicación a esto de tardar 15 minutos en memorizar el presente de un verbo, a tener que consultar 10 veces la misma palabra en el diccionario y a que, cada día que pase, entienda menos el idioma.
Si la impaciencia y la inteligencia vienen grabadas en los genes, he tenido la gran suerte de heredar de mi padre (que posee ambas cualidades, elevadas a la máxima potencia) la primera. Y es inútil luchar contra ella, porque, en cuanto me atrevo a decirme a mí misma: “tranquilidad, estás aquí para aprender, tómate el tiempo necesario y asume que ya no tienes la memoria de cuando eras niña y estudiabas (porque en el instituto dejaste de hacerlo, pero venía a ayudarte el demonio en los exámenes), igual que tienes que asumir que ahora tienes varices y piel de naranja, que se te seca más la piel del rostro y que tu pelo ahora es grasiento, cuando antes besar tu cabeza era como besar un estropajo nanax”, la impaciencia domina mi cuerpo y llama a la desesperación, a la furia y al desánimo, que se suman a la fiesta.
En resumen, que estoy desanimada porque (además de todo lo mencionado sobre el idioma) no me gusta demasiado el trabajo que hago y la idea de dar el curso de español sigue sin hacerme ninguna gracia; menos ahora que me he enterado de que quieren hacerlo cuanto antes y de que cobrarán a los alumnos 35 euros (de ahí la urgencia, por supuesto). ¿Cómo van a pagar por recibir un curso de 8 horas, dado por una persona que estuvo descubriendo ayer mismo conceptos básicos de gramática española, no sabe explicarse y odia sobre todas las cosas hablar en público?.

jueves, 19 de marzo de 2009

Primeras impresiones

Modigliana es un pueblo diminuto donde sólo hay un semáforo, 2 farmacias y creo que 2 bares. Sólo llevo aquí un día y ya he experimentado todos los estados de ánimo posibles.
Llegué la noche del lunes, completamente exhausta, después de echarle un pulso a mi pésimo sentido de la orientación, pelear con las escaleras de la estación de tren, que se empeñaban en arrastrar el peso de mis tres maletas sobre mi medio metro de estatura y contestar con sonrisas al raro italiano de una chica marroquí a la que me pegué cual lapa al saber que pararía en la misma estación que yo.
Hoy, martes, he tenido el día libre y me he dedicado a hacer fotografías (momento euforia) y a pasar al lado del semáforo unas 4 veces (momento “pues igual no tengo tan mal sentido de la orientación...”).
He comido a las 12 de la mañana (bueno, he tragado los macarrones y la tortilla de calabacín como he podido, intentando evitar que mi estómago, que estaba esperando un café, una infusión, un colacao o algo ligerito, se pusiera a bailar la polca y, en una de estas, el calabacín entero, los huevos, la pasta y su salsa salieran disparados hacia el plato de mi compañero de piso alemán, que estaba sentado a mi lado, hablando un italiano que tampoco entiendo).
Me han dicho las tareas que desempeñaré y me han dado ganas de salir corriendo. No soy capaz de formar ni una sola frase en italiano y me piden que dé un curso de español dentro de un mes. El ordenador de la oficina se me resiste y no sé usar los programas con los que trabajan (pero si hasta la fotocopiadora se me rebeló!). Así que me he puesto frenética y me he ido al único sitio desde el que me puedo conectar a internet a buscar a algún amigo al que contarle mis penas y le he gritado al teclado que me devuelva mi eñe y mis tildes, que yo no soy nadie sin ellas.
Los enchufes son muy finos para mis cables y el grifo de la cocina gotea. Suerte que tengo una compañera de piso española muy simpática que se esforzó en grabar en mi (dura) cabeza algunas palabras en italiano.

martes, 10 de marzo de 2009

Ultimando detalles

Seis días para marcharme y, a pesar de llevar 2 meses pensando y repensando qué llevaré, qué dejaré, qué compraré, de quién me despediré, de quién no (¿quién no quiere ni despedirse de mí?), qué haré al llegar, cómo saludaré a mis compañeros de piso, cómo será mi tutora... tengo la sensación de que no he empezado a pensar en nada y de que me olvidaré de todo en el último momento (¿Es éste el "momento caquita"?).
Supongo que me quedan 6 días soñando con maletas que se pierden, aviones que no llegan, persecuciones de las que escapo subida a un globo con forma de cerdo... En fin... piano piano, que es un consejo que me dio una que sí quería despedirse de mí!!