Hace tanto que no escribo, que no he comentado nada de Napoli y su locura de cláxones, de coches destrozados, de semáforos que sólo sirven para adornar las calles y, sobre todo, de suciedad.
La auténtica pizza napolitana con auténtico queso de búfala.
Las bonitas calles de Pompei, que no pierden su encanto ni aún pasadas por agua.
El lago di Como con sus cisnes y sus patos.
La verdad es que, a estas alturas de la película, mi voluntariado parece sólo una oportunidad para viajar por un país distinto al mío, pero el servicio voluntario significa también otras muchas cosas:
Mi voluntariado también es Alice con su sonrisa y su paciencia cuando le pido que me ayude a contar los llaveros; ella que odia los números... Marika, que se mofa de mí cuando hablo incorrectamente o no entiendo el significado de alguna palabra... Emmanuelle y su “OK” repetido mil veces al día. Queco e Ivo, con su risa y sus abrazos hoy... y sus miradas repletas de ira mañana (y sus golpes contra las paredes y sus gritos).
La gente del pueblo, que bien podría ser la de cualquier pueblo de Galicia, con este carácter afable y la curiosidad por saberlo todo de todos.
También es éste descubrir; descubrir que es todo muy distinto, a la vez que similar. Descubrir que puedo (o que no puedo) y que debo aceptarlo todo tal como viene y como es. Descubrir que existen otros mundos más lejos de mi ombligo.